dijous, 5 de setembre del 2013

La moto que se resiste a la globalización y casi lo consigue

Los últimos años han traído fuertes cambios en nuestra manera de hacer y de relacionarnos con nuestro entorno.
No hace falta que me extienda en detallar los “hechos y personajes” que han favorecido esta evolución acelerada porque es sabido y sufrido por todos. A muchos nos ha tocado esforzarnos  en aprender nuevos programas informáticos que se hacen obsoletos al poco de conseguir dominarlos y que hemos tenido que pasar de la mesa de dibujo de 3 metros a la sustitución consecutiva de ordenadores cada vez más potentes porque el nuevo programa exige mayor memoria, o un procesador más rápido. Pero a todos los que nos sigue gustando la línea de los coches y motos de los años 40, para nosotros existe una moto que se ha resistido a todos estos cambios.
Una particularidad del régimen de la Unión Soviética fue permitir que la producción de su parque móvil quedara sin apenas cambios tecnológicos y gracias a esto podemos disfrutar hoy, de unas motos construidas bajo criterios de tiempos pasados, aunque por poco tiempo, ya que al final también ellas sucumben a las prestaciones de mejor nivel, ya sea por exigencias del mercado global o por las homologaciones extranjeras.
Para los que apreciamos las líneas “retro” aun nos podemos dar la satisfacción de estrenar una moto para disfrutar del viaje sin prisas, sin promedios de perfil alto ni aceleraciones de vértigo.
No deja de sorprenderme que, siendo como es el nuestro, un país de sol y clima agradable no tenga más aficionados al sidecar. Si que tenemos una gran afición a la moto tanto moderna como clásica, sin embargo la afición al “side” queda en desproporción.
Circulando con mi Ural, aprecio la admiración que esta moto causa a un sin fin de sujetos que te hacen participe de su agrado; sin embargo pocos, muy pocos son los que se deciden por comprarse uno.
No resulta extraño que circulando por autopista se te alinee un coche durante unos segundos para hacerte una foto o que una vez te hayan adelantado, se giren los pasajeros haciéndote señales de aprobación o que te pare la Guardia Civil para hacerte una foto para sus archivos.
En una de las concentraciones a las que acostumbramos a participar, oí de alguien decir la frase:
“Es la moto que gusta a todos pero pocos están dispuestos a tener”
Nada más acertado a juzgar por el reducido número de propietarios que las disfrutamos.
Hay a quien no se le ha escapado este detalle y ha hecho de tal ilusión un negocio ofreciendo un “tour” por nuestra capital emblemática a la vez que se deshacen en explicaciones de tal edificio o monumento u otro singular emplazamiento Barcelonés.
Otros las ofrecen para bodas o sesiones de fotos o simplemente para pasear a quien esté dispuesto a pagar unos euros.
No hace mucho, conocí a una chica de origen Ruso, que vivía en mi ciudad y al verme en la moto me dijo que su abuelo tenía una igual y que su madre tenía dos, de esta manera mientras le reparaban una, podía utilizar la otra.
Son motos que, podrán gustarte o no pero lo que no van a hacer, es dejarte indiferente.
 A mi mujer, que no le entusiasman las motos, cuando tiene la oportunidad le gusta darse un paseo ella sola.
Por mi parte, lo que más me gusta es poder hace un viaje con toda la familia, mi mujer y yo en la moto y nuestras dos hijas en el sidecar.
Si tenéis la oportunidad no dudéis en descubrir el placer del sidecar y  si os encontráis en una concentración de motos Ural, preguntad por Carlos Pérez, alias Carlitos, conoceréis a la persona más emblemática de nuestro grupo.


Artur Lladó

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